cubiertura del libro

LECTURAS LITERARIAS

Apocalipsis en el Perú
Por Fernando Morote

Pasados por Agua
Por Luis Morote




            Es un libro que contiene  una  parte denominada Apocalipsis en el Perú que es una sátira a los políticos de la década del 80.

            La otra parte, Pasados por Agua, escrita por Luis Morote tío abuelo de Fernando fue prologada por Vicente Blasco Ibáñez recordando que:

            Conformaron en España la primera línea de la "Generación del 98": Miguel de Unamuno, "Azorín", Juan Ramón Jiménez y el gran novelista Vicente Blasco Ibáñez autor de "Los cuatro jinetes del apocalipsis" y es quien avala este trabajo emitiendo juicios como:

            "CUANDO MOROTE (LUIS) BUSCABA TITULO PARA EL PRESENTE LIBRO, YO LE ACONSEJE EL QUE OSTENTA.
DEBES TITULAR ESTA COLECCIÓN DE HERMOSOS ARTICULOS "PASADOS POR AGUA",    YA QUE FUERON ESCRITOS TODOS ELLOS EN LA MADRID Y PUBLICADOS POR PRIMERA VEZ EN LA HABANA. LOS ESTUDIOS QUE HOY PUBLICAMOS SON ENTERAMENTE LITERARIOS...LUIS MOROTE ES EN NUESTRA PATRIA EL MESIAS DE LA ENTREVISTA: DIGNIFICADOR DEL PERIODISMO IMPRESIONISTA..."

            Esta obra sirve de guía a estudiantes de Lengua y Literatura, Periodismo, Ciencias de la Comunicación y para todos aquellos que esperan de la literatura deleite y reflexión.
Veamos algunos fragmentos de uno de estos artículos:

RECUERDOS DE UN VIAJE

            Aquella  noche se celebraba en Tánger la inauguración de un campanario y de un reloj de torre en la iglesia que tienen allí los frailes franciscanos.
            La calle principal de Tánger ofrecía un aspecto ariginal, deslumbrante. Todas las calles adornadas con telas brillantes y vivos colores, dispuestas tan artísticamente, que los balcones parecían altares y las puertas entradas de santuarios. No eran colgaduras, era que las fachadas enteras vestíanse de gala, para que la calle formara una nueva iglesia en que se consagrase el culto católico, con los lujos de un arte oriental, vistosísimo, que llenaba ambiente de luz y color y de alegría. El suelo sucio, fangoso, el barrizal que desde el Zoco se extiende, imposible de secar al sol, por la estrechez de la calle y por la persistencia de un lodo de años, contrastaba con limpieza y la pureza blanquísima de las azoteas. La luz eléctrica con sus esferillas y farolillos rojos, azules y rosados, daba los trajes de moros y judíos los tintes variadísimos de un baile de máscaras fantástico.

            Con ser tantos los espectáculos pintorescos que Tánger, ciudad cosmopolita, ofrece al viajero, pocos hay que seduzcan en la medida de bola judía. Aquel día había tres; teníamos, pues, donde elegir. Uno era de hebreos ricos, otra de hebreos pobres y la tercera de hebreos de mediana posición. Fuimos a la última para disfrutar al propio tiempo de las particularidades lujosas de esta clase de fiestas y de la participación en ellas del elemento popular, que no se encuentra en las bodas opulentas.
            No necesitamos preguntar ni la calle ni la casa. Al llegar al  Zoco y doblar a la derecha, una línea impresa en la pared, de manos rojas, groseramente pintadas con albayalde, nos indicaba el camino de la fiesta. Casas de novios o casas de  muertos, se anuncian allí  pintando a la puerta de ellas manos rojas o negras, indicio de la alegría o del dolor.

Comenzó el desfile.
Las moras que estaban en las azoteas, descubríanse por rapidísimos instantes para ver mejor, por la curiosidad, que vence hasta  los más imperiosos deberes, al descubrirse y mostrar sus hermosos ojos, las perfecciones de sus ojos, bonitas, agradeciéndonos, sin duda, nuestra admiración y nuestras miradas, en movimientos de rústica coquetería...
 
 

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